Al Molinar, port petit
¡Qué pereza, emprender otra pelea para salvar El Molinar! Da mucha pereza,
sí, pero es ineludible.
Poco inteligente es quien aún utiliza el caramelito de los millones de
inversión y de los puestos de trabajo que se crearían para justificar lo
injustificable. En Baleares estamos con el agua al cuello, precisamente por esa
sarta de mentiras que han destruido muestro paisaje y en parte nuestro futuro.
Basta ya de sandeces y embustes.
Nuestro mayor patrimonio, del que vivimos porque atrae al turismo, es muestro
paisaje. El concepto paisaje es amplio y en él se incluyen espacios naturales y
urbanos; también los rastros de la historia desde la más cercana a la más
lejana. Impregnando todo ello, están las dimensiones, las proporciones, la
lógica y el sentido común.
El Molinar es un lugar querido en primer lugar por “moliners i molineres”,
gente del barrio que han crecido con él; pero no hay duda de que el
Molinar es de toda Palma. ¿Y por qué tenemos este amor por El
Molinar? Pues porque sus dimensiones nos permiten disfrutar de calles pequeñas,
ambiente marinero, casas bajas en primera línea y en el interior y
especialmente, nos permite disfrutar del mar. El Paseo del Molinar es el paseo
de Palma por excelencia. Y me atrevo a decir que mucho más que el Paseo Marítimo
porque hace tiempo que desde el paseo marítimo no se ve el mar. Sólo ves barcos
y palos y agua un tanto aceitosa.
El vulgar y enorme puerto (en proporción al actual) que propone ahora el
Club Marítim El Molinar de Llevant, es un paso hacia el
suicido.
A mí me parece mentira que una idea mala, muy mala, pueda siquiera tener un
cierto recorrido a estas alturas. Porque hay que tener mala idea para querer
destruir el actual puertecito del Molinar hormigonando y ocupando decenas de
miles de metros cuadrados a partir de la costa (74.000 concretamente).
Una idea mala que, a mi juicio, ya se habría merecido una negativa categórica
desde el Ajuntament de Palma. Pero ese golpe certero aún no se ha producido. Y
digo aún porque lo espero.
Díganme inocente, pero sin inocencia no se ganan objetivos comunes difíciles.
Sin ilusión y fe en que lo conseguiremos, tampoco.
Àngels Fermoselle Paterna
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