20 de nov. 2007

Can Weyler, una casa amb història

El periodista Carlos Garrido va publicar al Diario de Mallorca l'any 2003 l'article que reproduïm, amb una història coneguda només pels membres d'ARCA.
LA RATA ARQUEOLÓGICA
El edificio de Can Weyler en el carer de la Pau, es sede de ARCA y está considerado como una muestra importante del gótico civil.Hay quien recuerda todavía a doña María, la hija del general Weyler saliendo de la casa del carrer de la Pau. Blanca, menuda, asistida por las monjas. Fue la última en habitar el enorme caserón.Después, la mansión pasaría a manos del obispado. Sería sede del asilo cuna del Niño Jesús y actualmente sirve como local social de ARCA.Can Weyler es una de las mejores muestras del gótico civil en Palma. El arco de medio punto en la entrada, el patio, el primer piso señorial, los altillos y desvanes. Lo más importante sin embargo es su fachada, donde se han recuperado las siete ventanas coronellas o ajimeces que la ornaban. Un caso excepcional, puesto que en la mayoría de las ocasiones, esos grandes ventanales góticos con una fina columna medianera no pasan de tres.Sin embargo, las sucesivas reformas realizadas a lo largo de los siglos ocultaban muchas cosas más. Al ser ocupada por ARCA, comenzaron a despejarse algunos elementos añadidos. Y poco a poco iba surgiendo la personalidad gótica del interior. Sobre todo unos magníficos arcos apuntados en el salón de honor, donde hasta entonces solo se contemplaban varias habitaciones.En el curso de estas obras, se realizó un curioso hallazgo. En un rincón de la piedra, apareció un hueco lleno de extraños objetos. Con gran dificultad, se consiguieron extraer algunos. Hilos de tejidos de gran calidad, fragmentos de pergamino con letras góticas. Pronto comprendieron que se trataba nada menos que de un nido de rata. Un roedor que, en plena Edad Media, correteaba por el edificio y se hizo con algunas rapiñas para acomodarse mejor en su escondite.Así, aquella insólita rata arqueológica, dejó un testimonio para el futuro. Un mensaje ratero a través de los siglos.Gracias a su rehabilitación con criterios patrimoniales, Can Weyler es una especie de museo vivo. Sin el rigor mortis de los locales deshabitados. Fue construida en la primera mitad del siglo XIV, y sirvió de casa señorial para los Despuig durante el XV y el XVI. Después esa familia noble pasó a su casa de la calle Montenegro, no muy lejos de ahí.En el XVII el edificio fue adquirido por el comerciante genovés Domenico Belloto, quien modificó el patio y la escalera principal, restándole su carácter gótico primitivo. En el XVIII se estableció allí el colegio de jesuitas Monti-sión, pasando en 1817 a los teatinos. La familia Alorda habitó en su interior antes de los Weyler. Y no cuesta trabajo imaginarse al general, menudo y autoritario, paseando por aquellas habitaciones. Haciendo sonar sus botas sobre las vigas viejas.Algunas tardes, cuando las sombras de la ciudad vieja comienzan a extenderse con la tarde, el caserón parece llenarse de sombras significativas. Como si los recuerdos del anciano militar tan censurado por sus métodos crueles y expeditivos en Cuba, y firme promotor del derribo de las murallas, todavía anduviera por alguna de las habitaciones cerradas que hay por el desván. O hiciera crujir una puerta remota, como quien devencija el umbral de los espectros.Los edificios históricos como Can Weyler van acumulando carácter a través de los siglos. Conservan algunas huellas de sus sucesivos propietarios, pero también se impregnan de una cierta atmósfera. Una personalidad intangible hecha de presencias y susurros, sombras y colores. En el fondo, las tradicionales leyendas sobre fantasmas no son una tontería. Simbolizan esa ánima secreta que se va acumulando en losa sitios a medida que van siendo habitados. Nadie puede medirla de forma cuantitativa, ni afirmar rotundamente que es una realidad tal como nosotros lo entendemos. Pero casi todo el mundo la percibe.Hoy, Can Weyler es un centro de actividades ciudadanas y culturales. Pero conserva la atmósfera del pasado, un cierto misterio. Esos rumores nocturnos en rincones y pasillos. Los ecos de alguna rata que quizás esté preparando su nido arqueológico para el futuro.
Carlos GarridoDiario de Mallorca 25 d'octubre 2003