Fitxa de Catàleg de Son Bonet de l'Ajuntament de Marratxí:
Conjunt de diversos edificis d
Laura Jurado. Palma. Primero fue el circo, luego llegó el transporte. La historia de la aviación en Mallorca se escribe entre anecdótas y sistemas de control que, vistos desde la actualidad, resultan completamente surrealistas. El próximo 28 de junio se cumplirán cien años del primer vuelo en la Isla, una fecha para la que la Fundación Aeronáutica Mallorquina prepara multitud de actividades.
Hacía pocos meses que la aviación existía en España cuando llegó a Mallorca. El francés Julien Mamet –pionero en sobrevolar el Canal de La Mancha– llegó a la Isla para la celebración de la Semana Deportiva. El Hipódromo de Son Macià (Marratxí) era el escenario escogido para que realizara el primer vuelo de Baleares sobre un aparato que tenía más de bicicleta –incluso las ruedas– que de avión. El interés de la prensa llevó a realizar un pase previo de diez minutos de duración. El éxito de aquella hazaña hizo que al día siguiente una gran multitud se congregara en el recinto.
"Aquello era puro circo. Mamet llevaba ramos de flores que lanzaba a la tribuna cuando volaba a poca altura. Una de las veces una ráfaga de viento le hizo chocar contra los árboles y acabó estrellado contra el suelo", relata el presidente de la Federación Aeronáutica de Mallorca (FAM), Miquel Buades.
La alegría había durado apenas un par de minutos y habría que esperar seis años más hasta que Salvador Hedilla llegó a Mallorca, esta vez volando desde Barcelona. De nuevo, la cantidad de gente que le esperaba en la playa de Can Pere Antoni le obligó a desviarse hasta los terrenos de Son Sunyer, junto al actual aeropuerto. El vecino Son Sant Joan era sólo un bosque. La jornada se convirtió entonces en una loca carrera para ser el primer mallorquín que saludara al piloto. El médico Tomás Darder fue el afortunado.
Hasta los años 20 la aviación en Mallorca fue sólo cosa de pilotos. El catalán Manuel Colomer fue el primero que se dedicó a pasear en su Aviatik C.III a todo aquel que estuviera dispuesto a pagar cuatro pesetas. "Aquellos vuelos turísticos también se celebraban sobre Son Macià, pero el ruido molestaba a los caballos y Colomer pidió permiso para volar en las instalaciones del cuartel de ingenieros de Son Bonet", relata Buades. Otro acontecimiento casi premonitorio.
Poco habían avanzado los aparatos desde aquella bici voladora de Mamet hasta los aviones de madera de Colomer. Un cuentarrevoluciones y una brújula eran todos sus indicadores.
Un año después se instauraron los vuelos regulares entre Palma y Barcelona. "El Ministerio de Fomento convocó un concurso para elegir una empresa que llevara el correo aéreo entre ambas capitales. Hasta el momento se transportaba en un barco rápido que tardaba catorce horas en llegar. Los periódicos se leían con dos días de retraso", afirma el presidente de FAM. La iniciativa ganadora fue la de un grupo de empresarios mallorquines sin vinculación alguna con la aviación y entre los que se encontraba el arquitecto Gaspar Bennàssar.
La Compañía Aero-Marítima –como fue bautizada– utilizaba hidroaviones que despegaban desde los hangares situados en el actual Paseo Marítimo, bajo Es Jonquet. "Lo primero que salió de Mallorca fueron dos ensaimadas. Los periodistas catalanes publicaron que por primera vez las habían comido casi calientes". El trayecto duraba sólo una hora y media.
Palomas en lugar de radio
Sin torres de control, la llegada de los aviones era casi un milagro. "Cada vuelo salía dotado con una pareja de palomas mensajeras que se soltaban en caso de accidente para avisar", asegura Buades. Tragedias como la de Colomer –contratado por la empresa y que se ahogó al caer al mar– pusieron en funcionamiento un servicio de lanchas rápidas. Poco después llegaría la telegrafía sin hilos.
Portocolom contaba entonces con una de las pocas escuelas de pilotos de la Isla. Aún se recordaba la celebración de la inauguración del Aeroclub de Son Bonet que acabó con el robo de una avioneta. Dos delincuentes que habían escapado de la cárcel intentaron huir con ella de la Isla, pero les faltó tiempo.
La crisis de la empresa hizo que la francesa Latécoere –precedente de Air France– comprara las acciones. Mallorca se convirtió entonces en la escala del vuelo Marsella-Alcudia-Argel. "El hidroavión podía llevar unos diez pasajeros que iban en asientos de mimbre. Las instalaciones de Alcudia apenas tenían una gasolinera donde repostar y un restaurante", explica Buades. El aparato amerizaba cerca de la costa y un barco lo arrastraba hasta el puerto.
La LAPE –precedente de Iberia– fue la primera en utilizar aviones terrestres en la ruta Palma-Valencia-Madrid. El embarque se hacía con carros de caballo que transportaban a los pasajeros hasta el avión. En 1936 dejó de operar y otras como la Ala Littoria eligieron Pollença como inicio de sus conexiones con Roma, Cádiz y Melilla. Al final de la guerra, Iberia ya estableció vuelos diarios con Barcelona y Madrid. El primer chárter llegó a la Isla en 1946 con el escritor Robert Graves a bordo.
Son Bonet fue hasta los años 60 el primer y único aeropuerto de la capital. "Con el boom turístico se creó Son Sant Joan ya que las pistas del primero eran demasiado pequeñas para algunos aviones", explica Miquel Buades. Son Bonet quedó entonces como centro de control y hangar de reparación de los aparatos. En 1959, el piloto Rodolfo Bay y Marta Estades fundaron la aerolínea Spantax, que años más tarde trasladó su sede a Mallorca. Una empresa pionera en los vuelos chárter que luego se convirtió en la compañía más importante del país.
Hoy, Son Bonet será la segunda sede en acoger la exposición que la FAM ha creado para repasar cien años de aviación en Mallorca. Un escenario escogido, además, para presentar todo el programa de actividades que se desarrollará el próximo mes de junio para conmemorar el centenario. Una celebración que promete estar a la altura.
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